RELACIONES KARMICAS
Amor: El
Ideal Compatible
AMOR: EL IDEAL COMPATIBLE
Uno
de los mayores misterios de la vida es la experiencia de amar a otra
persona.
Desde hace eones, la gente ha tratado de definir y comprender las
profundidades
de la simplicidad del amor. Conocemos el amor íntimo de una
persona
por otra. Experimentamos un amor por la naturaleza. Sentimos amor por
las
cosas materiales. Sentimos amor por la familia y los hijos. Nos hemos visto
envueltos
en el amor por Dios y por la vida misma. Todas éstas son distintas
formas
de amor y, sin embargo, todas ellas son lo mismo de un modo sutil e
intangible.
Un hilo de continuidad une todas las formas de amor, de modo que las
diferencias
se basan más en el objeto amado y en la calidad del amor mismo que
en
la esencia básica. Sabemos que cuando una persona siente amor por otra es
capaz
de sentir amor por otras cosas en el universo, ya que el centro del amor se
halla
abierto. Cuando un individuo siente un gran amor por la vida, es capaz de
amar
todas las cosas..., ¡pues amar algo es el fundamento para amarlo todo!
La
definición contemporánea del amor puede ser confusa. A veces, confundimos
la
pasión con el amor porque malinterpretamos la diferencia entre el impulso
sexual
y
el sentimiento. La pasión excita la personalidad. El amor eleva el espíritu. La
pasión
es poder. El amor es el único poder que puede vencer a la pasión. Cuando
las
personas sólo se relacionan por medio de la pasión, pueden experimentar una
secuencia
volátil de emociones, lanzando al viento todo sentido ético y toda
conciencia.
El amor es mucho menos excitante, pero tiene un valor
inconmensurablemente
mayor, porque su esencia es una serena fuerza de
sustentación
que se alimenta del alma, llenando y suavizando los espacios vacíos
del
propio ser, aportando al individuo un sentido de plenitud.
Se
ha dicho que «el tiempo cura todas las heridas». Esto no es necesariamente
cierto,
ya que muchas personas se pasan años meditando sobre sus heridas
pasadas.
El amor es el verdadero remedio curador. Incluso Jesús, cuyo amor era
tan
grande que buscó la armonía con toda la humanidad, no curaba nunca a menos
que
sintiera amor. El poder del amor es incuestionablemente el mayor poder
existente
sobre la tierra. Cuando buscamos las razones de la existencia, a veces
forzamos
a nuestro intelecto para comprender el lugar que ocupamos en el
universo.
Pero sólo necesitamos experimentar amor para apreciar completamente
el
propósito divino. El amor empieza allí donde terminan el razonamiento y la
lógica.
El
amor nutre el espíritu y alimenta el alma. El amor es la diferencia que existe
entre
una nota musical y escuchar la música. Produce una gratitud por la vida que
emana
del mismo núcleo del alma del individuo, floreciendo en la sensación de que
todo
va a ir bien.
Como
quiera que las personas tratamos de simplificar los sentimientos, hemos
llegado
a creer que el amor y el odio son dos ideas opuestas, o dos caras de la
misma
moneda. Sin embargo, las personas cuyo corazón está lleno de amor son
incapaces
de odiar. Y aquellas cuyo corazón está lleno de odio ni siquiera conocen
la
existencia del amor. En lugar de que el amor y el odio sean opuestos entre sí,
lo
cierto
es que son tan diferentes que no podemos hallar la esencia de ambos en un
mismo
individuo. El amor es lo que hace que todas las cosas se acoplen. No resulta
fácil
verbalizar su verdadero significado. Se podría comparar con una luz que brilla
en
el interior de la semilla de la verdad, que proporciona calor e inspiración
divina a
todos
aquellos que sean capaces de percibir su esencia. El amor tiene en sí mismo
la
capacidad de completar el rompecabezas de la vida, solventar los enigmas de la
mente
y dar sentido a experiencias aparentemente inconexas. Es la única fuerza
capaz
de armonizar al ser humano consigo mismo.
Cuando
un ser humano alcanza una armoniosa comprensión de sí mismo, tiene
tendencia
a crecer más en armonía con todo el amor existente en el mundo. Puede
entonces
iniciar el recorrido por el camino que le llevará a convertirse en un ser
divinamente
espiritual. El estudio de la compatibilidad astrológica puede ayudarnos
a
recorrer ese camino, pues la carta astral misma nos señala la forma de
comprender
hasta qué punto somos parte de la fuerza divina que guía y mueve
nuestras
vidas. Nadie puede experimentar amor por otro y estar en discordancia
consigo
mismo.
Cuando
una persona se completa a sí misma a través del amor por otra, entra
en
juego un tercer factor. El universo parece inclinarse para realizar y cumplir
los
objetivos
de ambos. Las situaciones difíciles se transforman en fáciles. Los
obstáculos
desaparecen milagrosamente. Una profunda sensación de sentido
empieza
a florecer a partir de dos tallos entrelazados hacia una unicidad universal.
Cuando
nos damos cuenta de que el amor se manifiesta a través del arte, la
música,
la poesía, la forma, el diseño, el sentimiento, la naturaleza, la sabiduría y
todos
los niveles de la comprensión, entonces resulta fácil comprender cómo las
relaciones,
o el descubrir y compartir el amor con otro, son las verdaderas joyas de
la
vida.
Relaciones
kármicas
Todas
las relaciones contienen oportunidades para el crecimiento personal. Las
relaciones
nos aportan obstáculos y recompensas, nos hacen descender a lo más
hondo
y ascender a la cumbre, nos permiten la experiencia participativa personal
que
nos muestra qué hacemos realmente con nuestra filosofía de la vida cuando
tenemos
que poner en práctica lo que pensamos. Cuando el karma está implicado
tendemos
a experimentar una falta de control sobre las circunstancias y
acontecimientos
que suceden, así como una falta de control sobre la forma de
reaccionar
ante tales acontecimientos. Una persona puede verse a sí misma
actuando
algo fuera de control cuando experimenta y corrige ciertas cualidades de
la
vida pasada relacionadas con una personalidad con la que ya no está
conscientemente
familiarizado. Kármicamente, esas cualidades tienen que
evolucionar
si es que el individuo quiere crecer y estar más en contacto con su vida
actual.
La relación kármica adopta más el tono de cada individuo, quitando el velo
de
las ilusiones del otro. A través de este proceso se alcanza una nueva
conciencia
y,
a medida que se alivia la carga del peso kármico, se puede experimentar una
sensación
de ligereza y libertad. Resulta interesante observar que el modelo
kármico
sólo suele ser comprendido con claridad después de haber aprendido una
lección.
Un individuo puede esforzarse por mantener una relación difícil durante
meses
o años, sin llegar a darse cuenta del sentido de su esfuerzo. La carga
kármica
sólo se disuelve después de que la dificultad haya salido a la luz y haya
sido
resuelta. La recompensa de esta dura tarea es la comprensión, que llega
cuando
cobramos conciencia del vínculo interconectado existente entre los residuos
de
la vida pasada y el ahora.
El
karma tiende a expresarse por medio de una serie de experiencias similares
que
se manifiestan a lo largo de un período de años. Cuando iniciamos una
relación,
a menudo lo hacemos porque inconscientemente vemos en el otro
individuo
algo que puede ayudarnos a resolver un problema kármico. En otras
palabras:
atraemos a quien necesitamos en un momento dado de nuestra vida,
cuando
estamos preparados para comprender. Así, el antiguo proverbio que dice:
«Cuando
el estudiante está preparado, el maestro está ahí», es verdaderamente el
tono
característico del por qué y cómo se producen las relaciones kármicas.
Relaciones
de crecimiento personal
Una
flor florece cuando está preparada para hacerlo. Los pétalos se abren en la
estación
adecuada, revelando el gran misterio del florecimiento. El milagro del
nacimiento
tiene lugar después de meses de preparación. De modo similar, las
revelaciones
que surgen de la comprensión kármica también tienen un período de
gestación.
Habitualmente, no estamos preparados para resolver lecciones
kármicas;
solemos encontrarnos en la fase de acumular información. A veces, este
proceso
de «formación» nos hace pasar por años en los que experimentamos un
compromiso
tras otro..., ya que estas relaciones de crecimiento personal,
temporales
o intermedias, nos proporcionan la comprensión básica que allana el
camino
para la futura resolución de modelos kármicos. Al igual que sucede con el
embrión
en la matriz, estas relaciones cortas representan el fundamento sobre el
que
se construyen los peldaños de la escalera de la evolución por la que subimos en
busca
de una vida mejor.
A
diferencia de la relación kármica, las lecciones que podemos aprender no
aparecen
en orden secuencial, pero representan partes del rompecabezas cuya
forma
no está definida aún. A menudo, en cuanto se soluciona una dificultad u
obstáculo
aparece otro. Se puede aprender una lección y entonces descubrimos que
eso
apenas ayuda a mejorar la relación total. Esta clase de experiencia se produce
cuando
no podemos relacionarnos con otro porque todavía no nos hemos
enfrentado
con la verdad de nosotros mismos. La resolución de estos problemas de
relación
mediante el dominio de los obstáculos nos ayuda a prepararnos para
aceptar
las comprensiones kármicas que aparecerán después. Las relaciones de
crecimiento
personal ofrecen una herramienta con la que debemos elaborar las
emociones,
ideas y actitudes sobre una base diaria, de modo que podamos cultivar
cada
centímetro del suelo de nuestra «personalidad» antes de que crezca el jardín
espiritual.
El
anima y el animus inconsciente
Las
apariencias de la vida ocultan a menudo la verdadera corriente de la
conciencia,
que es la fuente de nuestra acción. Admiramos la belleza de un árbol,
pero
no solemos pensar en sus raíces. Y son esas mismas raíces, ocultas bajo el
suelo,
las que producen la esencia vital del árbol. Las sutilezas que se producen en
las
relaciones proceden de la raíz de esa misma relación. Vemos sus
manifestaciones
como las ramas del árbol. La forma en que crezcan las raíces
determinará
la fuerza y dirección de las ramas. Las raíces de cualquier relación se
nutren
de las cualidades y modelos inconscientes desarrollados durante muchos
años.
Carl Jung, el famoso psicólogo, habló del concepto de anima y animus en el
inconsciente.
Creyó ver en ambos conceptos dos caras de la misma fuente de
desarrollo
inconsciente. Estos símbolos son extremadamente importantes cuando
intentamos
comprender lo que ocurre realmente en la interacción humana.
Sigmund
Freud observó que un niño varón aprende primero lo que es amor de
su
madre. A medida que crece, retiene los recuerdos inconscientes del amor
materno
como un símbolo o modelo de lo que, en último término, buscará en una
relación.
A través de los años a esta imagen inconsciente se le van añadiendo
fragmentos,
de un modo similar a como crecen anualmente más raíces en el árbol.
A
medida que se van reuniendo más impresiones obtenidas de las diversas
personas
que muestran amor individual, el individuo empieza a rellenar lentamente
aquello
que necesitará encontrar en su compañero. Quizás una maestra de pelo
moreno
le recompensó por unas buenas notas escolares. En tal caso, puede percibir
inconscientemente
a las mujeres morenas como personas que, de algún modo,
estimulan
sus capacidades intelectuales. Quizás en algún otro momento una mujer
con
una voz suave le calmó en un momento de temor temporal. En tal caso, puede
considerar
un tono de voz similar como símbolo de una sensación de seguridad. En
otro
momento pudo haber encontrado una mujer que le dispensó el cuidado y la
atención
que necesitaba. Entonces, sus características se añaden a la imagen
inconsciente
de su concepto de la «mujer perfecta». Las necesidades inconscientes
de
cada persona se desarrollan de un modo natural, del mismo modo que las raíces
del
árbol crecen en la dirección que parece prometer más agua y alimento. Una vez
que
se han reunido todos los diferentes aspectos del amor, la protección y la
fortaleza,
se forma la imagen del «anima». A partir de esta imagen, el hombre
desarrolla
su gusto sobre lo que desea encontrar en su compañera. Y comparará a
todas
las mujeres que conozca con esta imagen.
La
mujer desarrolla un tipo similar de imagen. Irá reuniendo las cualidades de
los
hombres, incluidas las del padre, que le han demostrado su amor durante su
niñez,
y se formará su imagen inconsciente del «animus». En cualquier relación que
forme
comparará las cualidades del hombre real con su concepto idealizado.
El
árbol crece a partir de una diminuta semilla. Aunque miles de semillas de
roble
produzcan miles de robles, cada árbol será diferente porque su crecimiento se
verá
influido por el alimento que recibe. Expresará las características individuales
de
la semilla de la que procede, porque un roble no puede ser un arce. Y las
raíces
de
este árbol se verán influidas por condiciones que existían antes de su
nacimiento.
Carl
Jung observó que algunos fragmentos del anima y del animus proceden de
imágenes
míticas comunes. También podría suceder que los recuerdos
inconscientes
de amores experimentados en vidas pasadas surgieran en la vida
presente,
con la expectativa inconsciente de encontrar de nuevo las mismas
cualidades.
Un fuerte residuo de una vida pasada puede afectar al desarrollo de la
imagen
del anima o del animus. Este fenómeno puede hacer que una persona se
sienta
atraída por una relación «kármica» en la encarnación actual.
Cuando
las personas son incapaces de encontrar las cualidades del animaanimus
en
el otro miembro de la pareja, se sobre-identifican con estas cualidades
en
sí mismas. De este modo, juegan ambos papeles. Cuando una mujer representa
también
el papel de un hombre, o cuando un hombre actúa con cualidades
femeninas
además de representar su propio papel, la relación puede entrar en una
gran
confusión. Y no es nada insólito que tales personas ni siquiera sean
conscientes
de que la confusión procede de las imágenes que ellas tienen de sí
mismas.
Jugar
un papel
Establecemos
una relación con expectativas diferentes. A veces esperamos
alcanzar
seguridad, o un amor duradero, o el reconocimiento de nuestra existencia,
o
incluso la confirmación de nuestra forma de ver la vida. Sin embargo, una vez
que
se ha iniciado una relación, muchas personas muestran tendencia a jugar un
papel
determinado. La sociedad en la que vivimos proporciona estos papeles:
madre,
padre, hijo, amigo, señor y señorita. Algunas personas se sienten más
cómodas
representando el papel de madre/hijo o de padre/hijo que el de hombre y
mujer.
Consideremos
a una niña que fue receptiva a su padre: a un hombre adulto le
será
más fácil relacionarse con ella actuando de un modo paternal. Cuanto más
adopte
el papel de padre, ya sea consciente o inconscientemente, más receptiva
será
ella. De hecho, lo más probable es que ella atraiga precisamente a aquellos
hombres
a quienes les parece natural asumir tal papel.
Un
niño pudo haberse mostrado particularmente sensible con una tía. Una mujer
adulta
que se relacione después con él conectará mejor asumiendo
inconscientemente
el mismo papel. Por su parte, él atraerá a la clase de mujer que
se
siente más cómoda asumiendo ese papel. O, a veces, un hermano o una
hermana
pueden haber sido la figura predominante durante la niñez. Eso creará un
modelo
en el inconsciente, que será precisamente el que el individuo intentará
encontrar
en una relación.
Entre
el consciente y el inconsciente existe una interrelación que, en último
término,
demuestra ser la esencia de todo aquello que un individuo da y recibe en
toda
relación. El karma de la vida pasada y los recuerdos de la primera niñez
forman
la base del inconsciente, mientras que el deseo de mejorar la vida propia
mediante
la creación de un mejor futuro procede de las actividades de la mente
consciente.
El inconsciente es el gobernante del pasado de uno. La mente
consciente
busca la experiencia del presente. Si estamos demasiado atrincherados
en
el inconsciente, podemos no darnos cuenta de todo lo que tiene que ofrecernos
una
relación determinada. De modo similar, si nos mostramos predominantemente
conscientes,
sin reconocer la existencia del inconsciente, puede que no vayamos
jamás
más allá de representar la motivación inconsciente en la vida. Por eso es
importante
que ambos niveles mentales se integren, ya que, en la medida en que
los
reconozcamos y cooperemos con ambos, podremos buscar y lograr una relación
total.
Crecimiento
espiritual
Todas
las relaciones contienen un potencial para el crecimiento espiritual. Esté o
no
involucrado el karma, en medio de la miríada de roles sutiles y de intercambios
de
identidad, toda persona tiene siempre la oportunidad de experimentar una
relación
espiritual. La corriente de la vida puede dar muchas vueltas, pero siempre
está
fluyendo. En algunos lugares, el agua es profunda; en otras, superficial. A
veces,
el agua está turbia, mientras que en otras su claridad es como la
profundidad
del alma pura. Mientras nutre el suelo, el agua no piensa en lo que
puede
ganar o perder; simplemente está ahí.
Si
podemos aprender a alimentarnos unos a otros, en lugar de aferrarnos a
nosotros
mismos, incluso los aspectos más difíciles simbolizados en un horóscopo
se
convierten en parte del constante fluir de la corriente de la vida. Podemos
aprovechar
el karma, en lugar de dejarnos hundir por él. Las cargas,
responsabilidades
y obstáculos con que nos enfrentamos pueden, en último
término,
convertirse en el apoyo capaz de fortalecer un carácter en crecimiento
permanente.
A medida que el río de la vida cambia de dirección, también lo hace la
almadía
del karma; nunca lucha contra la corriente, sino que siempre fluye con ella
hacia
su destino final.
ASPECTOS
DE LA RELACIÓN
Las
relaciones son el resultado de las formas en que fluyen los individuos. No
hay
padres ni hijos, esposos o esposas, parientes o amigos. Todos somos maestros
y
estudiantes..., compartiendo, dando y aprendiendo a medida que fluimos en la
corriente
de la vida. Los papeles sobre-impuestos ocultan a menudo la esencia de
una
relación. Si podemos comprender esos papeles y darnos cuenta de las razones
de
su existencia, podemos comprender el significado y la razón de cualquier
relación
dada.
Los
aspectos formados entre dos cartas natales muestran las formas en que las
personas
aprenden unas de otras, a medida que una ayuda a la otra a comprender
sus
lecciones kármicas.
En el proceso de la vida pasamos por una
interminable
experiencia
de aprendizaje. Cada vez que nuestro inconsciente está elaborando
algo,
atrae a nuestras vidas a las personas que tienen en sí mismas los fragmentos
de
la respuesta que andamos buscando. No es sorprendente que, de pronto, se
cruce
en nuestra vida una interminable corriente de individuos Aries que dure
varios
meses. Después, casi tan repentinamente como empezó, los Aries
desaparecen,
para ser seguidos por una serie de personas de otro signo. Eso es la
manifestación
de lo que anda buscando el inconsciente.
Cuando
se forma una verdadera relación o un matrimonio las lecciones a
aprender
son mayores y requieren un período de tiempo más largo y con un
contacto
más íntimo. Habitualmente, hay muchas lecciones que aprender y a
muchos
niveles. La dualidad de la mente se armoniza por medio de la controversia.
Los
sentimientos entremezclados se confrontan y, como resultado de ello, cada
individuo
crece más en contacto consigo mismo. Salen a la luz cuestiones de
importancia
espiritual, opiniones sobre el lugar que uno ocupa en el mundo y las
batallas
que se libran en el ego. La sexualidad se comprende en niveles más
profundos.
La totalidad de uno mismo se pone a prueba en el sentido de cuánto
puede
expandirse y crecer manteniendo al mismo tiempo un mínimo de armonía
consigo
mismo y con el universo en el que se buscan los puntos de referencia.
Debemos
comprender que la evolución se produce por medio de la fricción. Las
críticas,
los altercados, las diferencias de opiniones e ideas son los catalizadores. La
esencia
de la armonía no significa que hayamos alcanzado el feliz ideal de
imaginarnos
existir en una relación «perfecta». La felicidad no es igual que el
crecimiento.
Surge en momentos determinados, como resultado del esfuerzo. La
armonía
puede existir con la fricción necesaria para el desarrollo, pues las personas
pueden
no estar de acuerdo y, sin embargo, en sus ideas diferentes puede no
existir
el odio. Las personas pueden criticarse mutuamente y seguir
experimentando
un flujo general armonioso en niveles mayores que invaliden las
correcciones
momentáneas.
El
conflicto es a menudo la fuente de la iluminación, aunque la existencia de
demasiado
conflicto puede violentar la armonía. Cuando vemos las formas en que
las
posiciones planetarias de la carta astral afectan a las posiciones de otra carta
astral,
debemos encontrar la fina línea que divide la fricción y las diferencias
necesarias
para el crecimiento, así como la clase de conflicto que, en último
término,
puede destruir una relación compatible.
Es
importante darnos cuenta de que la configuración biológica, psicológica y
sociológica
de la mujer es distinta de la del hombre. Los aspectos astrológicos
pueden
tener un significado para un sexo y un significado completamente distinto
para
el otro. En cuanto a las interpretaciones que se ofrecen en este libro hay que
tener
cuidado en leer qué planeta está en la carta masculina y qué planeta está en
la
carta femenina. El astrólogo nunca toma una decisión final sobre si una
relación
puede
funcionar o no. Eso siempre depende de la elección de los individuos. Es
mucho
más importante señalar las formas en que una relación determinada
contribuirá
al despliegue armonioso de cada persona, así como las formas en que
puede
ser destructiva. La síntesis mostrará una fuerte inclinación en una u otra
dirección.
Sin embargo, la cuestión de si se debe empezar o continuar una relación
o
un matrimonio no se puede contestar si uno se pregunta: «¿Qué papel juega esta
relación
en el plano cósmico?». ¿Ayuda al individuo a seguir su camino? ¿Le
conecta
más y mejor con el lugar que ocupa en la naturaleza? ¿Es ecológicamente
nocivo
en relación con el gran plan en el que cada persona juega un papel
importante?
A veces, debemos experimentar relaciones aparentemente
incompatibles
porque debemos aprender algo importante. En los niveles más
profundos
puede haber compatibilidad porque necesitamos crecer dentro de la
unicidad,
en armonía con la intención universal. Una vez comprendido esto,
veremos
que lo que parece ordinariamente un aspecto perjudicial, puede ser
interpretado
como el herbicida sin el que no podría crecer el jardín del amor. El
concepto
estereotipado de «malos aspectos» no proviene del sentido de bienestar
propio.
En lugar de eso, simboliza los desafíos y pruebas por los que tenemos que
pasar
para crecer en armonía con nosotros mismos y con nuestro propósito
universal
cuando pasamos por la experiencia.
Órbita
de influencia
El
tradicional grado 8-9 de órbita de influencia permitido en los aspectos natales
adquiere
un significado diferente cuando comparamos dos cartas astrales
separadas.
Como individuos que interactúan los unos con los otros, pronto
descubren
que cuanto mayor es la distancia entre dos planetas que se influyen,
más
difícil es comunicarse. Y, a la inversa, cuando los planetas forman aspectos
muy
cercanos (con órbitas de 1-2 grados de uno a otro), el efecto se experimenta
de
un modo tan fuerte que, a menudo, las identidades individuales se intercambian
cuando
se comunican las lecciones en niveles sutiles e inconscientes. Sabiendo
esto,
podemos buscar aspectos cercanos para mostrar las intensas
transformaciones
que se producen en las relaciones, entendiendo que aun cuando
el
aspecto más amplio también tiene un efecto, a menudo es menos significativo.
Aspecto
fortaleza
Los
aspectos mayores (conjunción, oposición, cuadratura y trígono) representan
diferentes
grados de intensidad. La conjunción es el aspecto más fuerte. Sus
efectos
se sienten poderosamente incluso si la órbita es mayor de uno a dos
grados,
pero cuando aparece en el interior de esta órbita el intercambio kármico
entre
los dos individuos es tan fuerte que obliga a cada persona a dirigir su
atención
hacia el significado del aspecto.
La
oposición es el segundo aspecto más fuerte. La atracción desde la polaridad
opuesta
obliga a cada individuo a comprender la energía que se opone a su sentido
de
dirección y propósito.
Las
cuadraturas, las siguientes en cuanto a fortaleza, causan la necesaria
tensión
para el crecimiento porque generan movimiento y actividad. Los trígonos,
que
son los más débiles de los aspectos, aportan una armonía que equilibra una
relación
porque cada individuo tiene energías que complementan al otro.
La
cercanía del aspecto, junto con la clase de aspecto que sea, ayuda a
determinar
la fuerza relativa que tiene y muestra la naturaleza exacta de cada lazo
de
la interrelación. Una conjunción a cinco grados de una conjunción exacta será
percibida
indudablemente con más fuerza que un trígono con una órbita de cuatro
grados.
Una órbita de cinco grados en una cuadratura será más débil que una
órbita
de seis grados involucrada en una oposición. Para ayudar a determinar la
fortaleza
de cualquier aspecto es importante considerar la cercanía de la órbita, así
como
la fortaleza relativa de la clase de aspecto en relación con otros aspectos
mayores.
CONCLUSIÓN
Una
persona no puede verse a sí misma en una corriente que fluye con rapidez;
sólo
puede ver claramente su reflejo en las aguas tranquilas. Por esta razón,
elegimos
relaciones para poder encontrar un lugar de asentamiento en nuestro
viaje
por la vida. Las emociones pasajeras cambian demasiado rápidamente, de
modo
que buscamos la estabilidad de una relación duradera.
De
un momento a otro se producen cambios en el reino de la estabilidad. Pero
las
ondas ligeras no perturban la suave superficie de una relación duradera. Antes
bien
proporcionan el color y la textura gracias a la cual se crece.
Todo
lo que podemos aprender espiritualmente tiene muy poco efecto sobre
nosotros
hasta que seamos capaces de aplicarlo a la vida diaria. No podemos vivir
en
una montaña, aislarnos del mundo y demostrar que nuestras reglas espirituales
funcionan.
Sólo a través de nuestros esfuerzos diarios por comprender y amar a
otro
surge a la superficie nuestra espiritualidad.
No
todos podemos encontrar grandeza personal, e incluso impersonal, en el
mundo.
Podemos hallar contento con nuestra propia grandeza personal a través de
la
forma en que nos relacionamos con otro.
Conquistarnos
o ser los dueños de nosotros mismos es un admirable objetivo en
la
vida. Pero experimentar tal dominio en compañía de otra persona amada es un
logro
mucho mejor aún. El espíritu puede elevarnos mucho. Los problemas pueden
hacernos
descender. Ni los lugares muy altos ni los muy bajos permiten la corriente
equilibrada
de conciencia que es nuestro verdadero reflejo. Nuestros pensamientos
nunca
son completamente correctos, ni completamente incorrectos. Si tratamos de
alcanzar
grandeza espiritual de un modo autónomo, es posible que no conozcamos
nunca
la verdad. Podemos ver las palabras o ideas de los maestros, e incluso
podemos
sentir que esas palabras son ciertas. Pero no lo sabremos nunca con
seguridad
hasta que seamos capaces de reflejarlas en las aguas tranquilas de una
corriente
clara.
La
esencia de una relación se convierte en la prueba, en aquello que da validez,
en
la confirmación de la realidad de uno mismo. Si el aprendizaje de cómo amar
sinceramente
a otra persona, independientemente de los obstáculos, es la mayor
lección
que existe en esta Tierra Escuela, ¿acaso podemos estar aquí por una razón
más
grande?
Martin
Schulman
Ediciones Indigo (1984)